He de reconocer que vivo rodeada de amor, parejas que se casan, familias, romances fugaces, historias con mas de 10 años de trayectoria, amor en todo los estados, en estado dinamita, en estado dulzura, amores a punto de quebrarse, amores reconstruidos, amores ciegos, desamores... La verdad es que estoy bastante acostumbrada pero debo admitir que aunque todas las historias y las parejas son únicas y especiales, hay romances que me calan hondo, que me hacen emocionar y que aun a un mes de esta sesión de fotos, aun me emocionan.
Jamás y digo jamás en 5 años como fotógrafa he visto un amor como este. Es increíble el modo en que se miran, en que se acarician, en que crean su mundo particular como si el tiempo y el espacio se detuviera y solo existieran ellos. Se que suena exagerado pero no lo es. Nick y Yarde no solo tienen una preciosa historia de amor sino que su relación es totalmente envidiable y admirable.
Nick es un chico americano que visitó Barcelona hará ahora unos dos añitos y un dia el destino o las fuerzas del universo que sean le empujaron a entrar a una tienda a comprar una cartera de recuerdo, lo que no podía imaginar es que al entrar quedaría atrapado en los ojos color fuego de Yarde. Un chica preciosa con una sonrisa y una manera de hablar que realmente cautivan. Algo extraño pasó que hizo que aquel chico americano y aquella chica catalana se pasarán dos horas hablando a través del mostrador (creo que ni ellos mismos recuerdan de que hablaban) pero para cuando él se dio cuenta de que ya había pasado mucho rato y que no quería irse de ahí sin ella sin mas le invitó a comer, a lo que ella contesto "Vale" y salió por la puerta con ese americano desconocido que hoy por hoy dos años después es su marido. Pasaron toda la semana juntos antes de que Nick se fuera, enamorándose en cada rincón de Barcelona, entre risas, miradas y una fuerza indescriptible que los hace únicos. Al irse Nick le pidió que se fuera con él a Nueva York y la indomable Yarde no se lo pensó, 5 dias después de su partida estaba dispuesta a empezar una nueva vida junto aquel chico de ojos azules que la había robado el corazón. No se han vuelto a separar desde entonces y os juro que se nota en su complicidad, en el modo en que se pasaron toda la boda llorando, abrazándose sin parar y susurrándose mil Te quieros que nos dejaron a todos con la boca abierta. Piel de gallina... esto si que es, AMOR EN ESTADO PURO!
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